En el momento de escribir este artículo mi hijo Liam tiene tres años. Como padre, lo que más me preocupa es su bienestar y en cuestión de sueño, que por las noches duerma como lo que es, un angelito. Sin embargo, esto no ha sido siempre así. Fueron muchas las noches las que nos toco “sufrir” sus constantes desvelos. Por eso, he investigado mucho el tema y hablado con muchos “expertos” (padres) sobre los distintos métodos y enfoques. Hoy quiero compartir mi opinión sobre uno de los desatinos más grandes de principios del siglo XXI: el método Estivill.
Para empezar, el método Estivill para dormir bebés no es original sino una adaptación de otros métodos (el más conocido método Ferber). Es un enfoque conductista que va en contra de los procesos naturales y de la investigación científica (cuando estudiamos TODOS los aspectos) y evolutiva. Para aquellos que no lo conozcan muy bien, el método Ferber (que el señor Eduardo Estivill quiere re-inventar) consiste en “enseñar” a los bebes y niños pequeños a dormir. Básicamente se trata de dejarlos solos a la hora de dormir y cuando lloran no atenderlos con el fin de que aprendan a “auto-relajarse”. El período de tiempo durante el cual los niños lloran sin ser atendidos va aumentando hasta que, después de llorar y llorar, se acaban callando y al final se duermen. Los padres son instruidos en resistir el instinto de atender a sus hijos, y cuando lo hacen no deben cogerlos o abrazarlos, ya que esto “echaría por tierra” todo el entrenamiento (los niños deben aprender ellos solos a relajarse).
Son tantas las simplificaciones y la falta de lógica y sentido común de este método, que uno no sabe por dónde empezar y cuesta creer que haya por ahí “expertos” vendiendo libros sobre el tema, y más todavía que haya padres aplicándolo. Os traigo la historia de mis vecinos que es “para no dormir” (nunca mejor dicho). Resulta que con el primero de sus tres hijos aplicaron el método Cry-Out (que es como se conoce en los EEUU) con mucho éxito. Así que con el segundo, tenían claro lo que iban a hacer. Pero resulta que el segundo estaba hecho de una pasta diferente y en más de alguna ocasión el pobre niño lloró hasta 3 horas seguidas (no es broma ni exageración) hasta que finalmente consiguió dormirse o los padres tuvieron que entrar para atenderlo. Durante las tres horas los padres escuchaban los llantos desde el otro lado de la puerta nerviosos pero convencidos en ayudar a su hijo a “aprender a dormir”. Sé de muchas más familias con situaciones similares. Y yo me pregunto: ¿pero es que hemos perdido la cabeza?
Sí, esta historia es un extremo y a otros padres les “ha ido muy bien”, o los niños sólo lloran por cinco o diez minutos y ya está. Pero mi conclusión después de hablar con muchos padres sobre el peliagudo tema es que cada niño es diferente . Hay niños que tardan más en dormirse que otros, algunos tienden a despertarse con más frecuencia por la noche, …etc. Esto es normal y no quiere decir que tengamos que aplicar el método Estivill, ni ningún otro, para ayudarles a dormir. Cada niño/persona tiene sus ritmos y sus necesidades. Estos métodos hacen muy poco por enseñar a dormir a nadie. En cambio, pueden hacer sufrir a muchos bebés y padres y conllevar daños emocionales y psicológicos a largo plazo que normalmente no se contemplan. ¿Cuál es el precio a pagar para estos niños?
Aquí tienes un lista básica de simplificaciones y faltas de sentido común del método Estivill para dormir bebés:
1. Los bebés, sobre todo los más pequeños, tienen un sistema digestivo que está todavía en fase de formación. Su flora bacteriana se está “instalando” en sus intestinos y, por lo tanto, no son muy eficientes digiriendo toda la nutrición que reciben de la madre y por ese motivo (además de tener un estómago muy pequeño) deben alimentarse con frecuencia durante el día y durante la noche. Despertarse es bueno y normal y no hay una edad fija a la que esto debe cambiar. Repetimos: cada niño es único fisiológica y emocionalmente. Esperar que un bebé duerma casi toda la noche de un tirón es contra natura.
2. Un bebé es un ser humano que no se puede valer por sí mismo en ningún aspecto. La evolución ha hecho que los bebés tengan un sueño ligero para poder avisar a sus cuidadores de cualquier peligro real o potencial en su entorno. ¡El que los niños lloren es un mecanismo de protección! Los bebés se comunican llorando porque todavía no tienen otra forma mejor de hacerlo. Pero más allá de lo puramente físico, también lloran para avisar de sus necesidades emocionales (sí, no son meras máquinas fisiológicas y normalmente quieren la presencia y el contacto físico directo sin justificación y porque “yo lo valgo”). ¿Es que hay algo mejor que estar en los brazos de la madre? ¿Por qué motivo habríamos de negarle eso a un bebé? Todo se puede racionalizar, hasta algo tan artificial como eso. Por supuesto que “no le va a pasar nada” en su cunita, pero el estrés es real para un bebé y eso tiene consecuencias no sólo emocionales sino también físicas, como la segregación de cortisol, adrenalina…etc.
3. El niño que no es atendido cuando llora puede desarrollar patrones de inseguridad y sentimientos de abandono en su “memoria implícita“, que podrían surgir más tarde en la vida. No lo digo yo, lo dice el renombrado doctor Gabor Maté. ¿Es el mundo un lugar amistoso y seguro, o indiferente y hostil? ¿Podemos confiar en que otros seres humanos reconocerán y entenderán nuestras necesidades físicas o emocionales? Éstas son las preguntas que respondemos en gran medida con nuestra memoria implícita. El mensaje que un bebé recibe cuando su llanto es ignorado es que el mundo — representado por sus cuidadores — es indiferente a sus sentimientos.
4. No hay investigación científica que demuestre que atender o coger los niños para dormir sea negativo. Sí se ha demostrado, en cambio, los beneficios del contacto físico en múltiples estudios científicos. La madre y el bebé se comunican constantemente a través de hormonas (oxitocina de la leche materna) y otras sustancias que se intercambian con la presencia física. Estas sustancias ayudan al bebé a relajarse, sentirse protegido y no entrar en un estado de estrés. Todas las sociedades tradicionales, al igual que los animales, duermen juntos y no ignoran a sus bebés o niños cuando estos lloran. Eso es una incoherencia evolutiva.
5. Cuando un niño llora para comunicar sus necesidades y no es atendido (física/emocionalmente) entra en estado de estrés (puesto que siente que se encuentra en peligro). Finalmente, el instinto de supervivencia decide que seguir pidiendo ayuda sería un gasto innecesario de energía. Entonces el niño o bien se calla o se duerme por puro cansancio. Contrariamente a lo que enseña el método Estivill para dormir bebés, el niño no ha aprendido a “autorelajarse” porque para eso se necesita una capacidad de raciocinio mayor que se desarrolla con la edad. El bebé, en cambio, ha sido forzado a quedarse sólo en su desesperación y finalmente callarse o dormir: dulces sueños. Por otra parte, cuando esto ocurre, el niño entra en una fase de sueño más profundo que el normal sueño ligero de los bebés. Se ha especulado que esto podría ser uno de los causantes del síndrome de muerte súbita de los lactantes. El niño se podría asfixiar con su almohada o colchón y no reaccionar puesto que está profundamente dormido.
En conclusión
Dejemos de intentar que los niños se adapten a nuestras vidas, tiene que ser al revés. Si no, compremos mascotas no tengamos niños. Si queremos una sociedad de gente segura, inconformista y con autoestima hay que empezar a crearla desde el nacimiento. Los bebés saben lo que necesitan instintivamente mejor que nosotros: aprendamos a escucharlos no a ignorarlos.
Si nos dejamos guiar por los instintos naturales, lo más normal es que cuando oigamos llorar a nuestro bebé queramos ir a abrazarlo, darle seguridad y cariño (todo sin extremismos ni rigideces, claro). Esto no sólo es lo natural, sino también lo más saludable emocional y fisiológicamente para un bebé o un niño pequeño que es nuevo en el mundo y probablemente sienta gran codependencia e inseguridad. El racionalizar otras conductas, especialmente cuando no es lo que “nos pide el cuerpo”, ya que lo aconseja tal o cual “experto”, es no confiar en nuestra propia habilidad como padres y no darnos cuenta de que el fin NO justifica los medios.
Yo por mi parte, cuando tengo un mal día todavía llamo a mi madre para que me dé consuelo y cariño, aunque sean tonterías mías. ¡Madre no hay más que una!